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Luis Fernández

21 diciembre, 2015

 

Luis FernandezLuego de pasar unos instantes con Luis Fernández se tenía la impresión de haber tocado la santidad: su voz, gestos, y mirada eran los de un ser en quien el mal no tenía cabida. Esta dimensión bondadosa la describió mejor que nadie la ensayista malagueña María Zambrano: No he visto ni un cuadro profano de Luis Fernández. Mas como reservamos el adjetivo de religioso para lo que se deriva de una religión, diremos mejor que toda su pintura es fervorosa

El misticismo de Fernández no se refleja solo en los motivos religiosos. Lo comprobó el poeta José Angel Valente, extasiado ante su «Tête de veau», de 1939:

                                      Había dioses muertos,

                                      reses decapitadas, súbitas manzanas

                                      que encendían la vida,

                                      enormes dentaduras derribadas

                                      del lado de la sombra, planos de luz abierta

                                     contra los recintos oscuros,

                                      arrasada frontera, alzados, ciegos,

                                      combatientes reinos.

En 1972 fui a verlo, acompañado del poeta José Miguel Ullán, a su casita del barrio XV. Se estaba preparando una retrospectiva suya en el Centro Nacional de Arte Contemporáneo de Paris. Yo no lo conocía; Ullán me aseguró que se trataba de uno de los grandes artistas del siglo; pasaba por momentos difíciles por sus relaciones con su marchand Zervos y le vendría muy bien todo lo que se escribiera en la prensa. Me pareció importante para la revista “Triunfo”.  Se resentía de una gravísima enfermedad que cuatro años antes lo había tenido tres semanas en coma, debido a un choque emocional por una exposición anulada. Pronto advertimos que hablaba como pintaba: discurso llano, lento, plagado de repeticiones y matices, atendiendo escrupulosamente la dicción de la misma forma que cuidaba la técnica y se fabricaba él mismo la pintura con claras de huevos.

Nacido en Oviedo en 1900, la infancia y adolescencia de Luis Fernández transcurren en Madrid. Por la muerte prematura de sus padres habrá de ponerse bajo la tutela de un tío materno déspota y atrabiliario. Dos años más tarde se encuentra en Murcia y Barcelona, donde le acogió otro tío de convivencia igual de ingrata. Él se ganaba la vida como tipógrafo, oficio en el que continuó trabajando cuando a los 17 años llega a París, ya independizado de lazos familiares, y apoyado por el coleccionista Henri Laugier.

En París entra en contacto con la vanguardia abstracta. Como explica un historiador de arte “Luis Fernández podía haber asimilado el lenguaje postcubista o tardocubista de los años 20 o bien instalarse en la órbita del surrealismo que, precisamente, aparece en el mismo año en que él llega a la capital francesa, en 1924; sin embargo, lo que hace es orientarse hacia un tipo de movimiento de vanguardia, la abstracción geométrica, en el que hasta aquel momento no había ningún español y que se puede considerar una especie de reacción absoluta a lo que promovía el surrealismo. Son dos movimientos enfrentados. La exploración abstracto geométrica que hace Fernández está a la altura de los mejores artistas de la época, de Torres García o de Mondrian, por ejemplo. Es una exploración de calidad y que además está en la base, y esto es lo fundamental, de toda la obra que va a desarrollar a partir de los años 50. La depuración, el despojamiento, la decantación de sus obras abstracto geométricas, está en el origen de esa pintura despojada, decantada y depurada que va a ser la de sus series finales.

A medida que iba transcurriendo la Guerra Civil española su obra adquiría un tono cada vez más trágico y sombrío, dramatismo equiparable al de buena parte de los creadores españoles residentes en París durante aquellos años, Picasso, Miró, González y Óscar Domínguez. Partidarios todos ellos de la República, desde la distancia contemplaban el horror que se había desatado en su patria, tratando de darle forma y de reflejar su carácter sanguinario Su amistad con Picasso se estrecha a partir de los años 40, y será uno de los acontecimientos que le marquen de manera determinante.

Tuvo la suerte de que el 25 de enero de 1927 los hermanos masones Laborie y Eyraud lo presentaran a la logia Fraternité del Gran Oriente de Francia, donde el 29 de Octubre de 1928 alcanzó la Maestría. Esta congregación tuvo una gran influencia en su obra, no solo por los objetos que incorporó en sus cuadros como la “rosa única”, el cráneo descarnado, las parejas de palomas y unas naturalezas muertas muy sencillas, centradas a veces en despojadas cabezas de res, y otras veces en un vaso de vino, acompañado de una rebanada de pan. Así también por su asombroso afán de perfección en la realización técnica, en la precisión tan afilada del dibujo, el permanente empeño de esencialidad al definir las formas, el hermetismo de las figuras recortadas sobre sí mismas. De modo que vivió la masonería en profundidad, en el sentido de asimilar todo ese librepensamiento con todos los ideales de libertad, igualdad, fraternidad y honestidad en el trabajo que, en cierto modo, son valores inculcados por los masones. Así que cofrade sí, pero muy tibio en cuanto a las reglas.

El pintor Amédée Ozenfant y el arquitecto Charles Jeanneret, más conocido por Le Corbusier, lanzan en 1918 un movimiento pictórico, el “Dadaísmo”, que plantea la superación del cubismo. Su manifiesto fundacional, redactado por Le Corbusier y Paul Dermeé, se titulaba Après le Cubisme («Después del Cubismo»).Decía:“Dada implica ante todo una posición antirreligiosa, idéntica a la del ojo de un sabio pegado al microscopio.          A Dada le irrita todo los que se escribe sobre el ARTE , la BELLEZA, la VERDAD con mayúsculas, como si fueren entidades superiores al hombre. Dada desprecia atrozmente a los mayúsculos.”

Al desmontar la autoridad de las obligaciones, Dada ayuda a liberar las normas naturales de nuestros gestos. Por consecuencia, lleva al lirismo y al amoralismo más espontáneos y legítimos, que se manifiestan de mil formas en la vida.

Dada nos limpia la espesa capa de grasa que se ha formado en nosotros desde hace siglos.

Dada destroza y a eso se limita.

Que Dada nos ayude a hacer tabla rasa pues todos nosotros deseamos reconstruir una casa moderna con calefacción central y basurero integrado.

En esta línea, empezó a colaborar con Braque, Ozefant, Matisse, sin olvidar a Picasso. Él fue el único pintor con que el que el malagueño aceptó trabajar juntos. Con respecto a su relación con Picasso, ya señalé anteriormente algunos datos sobre colaboraciones conjuntas. Los críticos de arte ven en su obra una fuerte influencia del malagueño. Sin duda, las relaciones entre ambos eran indiscutibles, como lo recalca la esposa del artista asturiano en una carta de 1995 hablando de dicha colaboración. Esta duró unos quince años. En 1936 Picasso le pidió su ayuda para la realización del telón de escena el Teatro del Pueblo, un encargo de Jean Zay, ministro de educación que fue detenido y ejecutado por la milicia fascista.

Su roce con Picasso produce lo que podríamos considerar una de sus obras más importantes (Candelero,1959), que sin duda recuerda algunas obras de Zurbarán. Ese mismo año se casa en segundas nupcias con Yvonne Baugen, quien aporta al matrimonio dos hijos de su vinculación anterior.

Todo lo anterior son extractos de nuestra larga conversión

Como dije antes, vivía en un pisito modesto del barrio XIV de París. La casa estaba absolutamente invadida por marionetas colocadas por su esposa en un extraño museo de cera entre barroco y tétrico. Él trabajaba en una exigua habitación de ocho metros cuadrados en la que no cabían grandes formatos.

En 1948 conoce, a través del matrimonio Zervos, al que será su marchante, Alexandre Iolas, con el que tuvo muchas desavenencias, hasta que en 1968finaliza su relación personal y profesional. Aquel año, en el mes de Mayo parecía haber “llegado la hora de Fernández”, como titulaba el diario Paris-Presse. No fue así. Su hora llegó una vez más, ensordecida.

Después de haber visto mi “Cabeza de cordero”, Iolas me dijo que cuando tuviera veinticinco cuadros como aquel me organizaría una exposición en Nueva York. Trabajé como un esclavo, y él se negaba a exponerlas. Siempre me decía que “el próximo año” y nada. Yo sabía que los vendía a precios casi picassianos y me los pagaba muy mal. Vivíamos miserablemente, pidiendo

dinero a los amigos, lo que a los setenta años es muy penoso. No se sabe nunca quién va morir primero, y pensó “si me muero dejo a mi mujer sin un céntimo”

“Siguiendo los consejos de Rener Char y de Balenciaga, le escribí una carta muy dura a Iolas.

-Entonces perdí el conocimiento y mi mujer tuvo que llamar a una ambulancia. Desde el pasillo oí la voz de un interno que decía: “Me traen a un tipo que no pasará la noche. No quiero que se me muera aquí. Llévenselo a la sala de reanimación. “

Cuando recobré el conocimiento me encontré con muchas cosas puestas en todo el cuerpo: tubos y agujas de los que aún tengo señales en los pies. Lo primero que oí fue a un médico que decía: Ha recibido un golpe moral como para matar a un buey.”

Al final, el mercader le organizó la exposición, pero la histórica rebelión estudiantil de 1968 anuló su eco. Diríase que un misterioso destino ayudó siempre a las fuerzas reales y vivas marginando al pintor. Y la exposición no ira a Espagne, de lo cual quedará herido para siempre.

Todo lo anterior es una resumen apretado, a veces literal, de lo que me dijo Fernández. Creo que notaba el cariño que yo le tenía. A veces me regañaba por no ir a verlo. Y si salía de vacaciones me escribía una postal:

Luis Fernandez Postal

El único homenaje que conozco después de su muerte, se le debemos a José Ángel Valente:

Hoy han venido todas las palomas juntas, Luis Fernández, como salidas de tus luces y tus sombras.

Hoy de noviembre de un año en que los números diríase conjugan sus potencias más obscuras.

Irrumpió la bandada de palomas

tiñendo de blancura

el amarillo y el verde naturales.

Tú te pusiste del lado más secreto

De lo nunca visible.

Hubo una flor, un vaso y un cuchillo.

Hay un cirio de las incorruptibles.

Había en bandadas blandas planas la visión de la rosa calcinada en el

Espejo de su propia memoria

Y el implacable insomnio de las calaveras.

Una bandada de Palomas inunda lo amarillo

la verdad poética de José Angel Valente.

Nacen desde la muerte alas y luces,

luz y sombras contiguas.

La materia arrasada es la señal,

Luis Fernández,

del fuego.

El 25 de octubre de 1973 fallece Luis Fernández. por deseo propio lo entierran en Cantenac (localidad próxima a Burdeos), junto a Esther, su primera esposa. Hoy goza del reconocimiento de la crítica.

Para conocer su obra les recomendamos una visita el Museo de Oviedo, convertido por la estrecha colaboración que a lo largo de los años ha mantenido los familiares del pintor, en una suerte de heredera espiritual del gran artista asturiano, sin duda uno de los pintores españoles más destacados de las vanguardias históricas. Legó su obra (Un mundo rico y efectivamente poético, recorrido por los “anhelos” ) y manuscritos al Museo de Arte moderno Oviedo, deseando “construir como los egipcios y los cubistas”, con “la solidez, la pesantez y la energía feroz” de los caldeos, con la grandeza majestuosa de la arquitectura romana, con la expresión plástica de Picasso y con la grandiosidad de Miguel Angel, sin olvidar “la gravedad fúnebre, la calma, la simplicidad, la evidencia realista, la presencia sagrada de la pintura de Zurbarán”, ni “la luz restallante, sobrenatural”, de ciertos cuadros de El Greco.

 

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  1. Rocio Hernndez Medina permalink
    24 diciembre, 2015 8:08

    Gracias, Señor Ramon Chao Me agrada mucho que usted me regale un poco dé su apreciable tiempo para hacer me llegar sus relatos, para mi importantes e interesantes. Saludos

    Yo soy su servidora Maria del Rocío Hernández Medina

    Date: Mon, 21 Dec 2015 07:28:10 +0000 To: chiomedina@hotmail.es

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