Mano Negra

Cuando mi niñez gallega me decían en casa que de no comer caldo llamarían al Mano Negra, nuestro sacamantecas. Era un viejo de Villalba a quien los difuntos daban recados para la gente del pueblo, que salía nocturno de palique con la Santa Compaña y predecía a los vivos el futuro, en este mundo y en los que fuese.

A los rockeros de Mano Negra les ofrezco este origen de su nombre, en contra de las versiones dispares que dan ellos: referencia a los anarcobandoleros andaluces, a los independentistas yugoslavos, a no se cuál banda insurgente de Colombia o de Perú, o a que el trompetista Tonio, ducho en mecánica, anda siempre con las manos grasientas.

El origen onomástico que les propongo se corresponde con el de los creadores del grupo, Manu y Tonio, hijos de vasca y gallego, tierras de brujas y aquelarres, y con el del batería Santiago, de Canarias, donde están resucitando a los guanches.

Mano Negra tiene mucho éxito por el mundo. La revista inglesa «News Music» lo sitúa entre los primeros del momento y sus giras son apoteósicas, pero le falta explicar el porque del nombre. Será mi último consejo y desde ahora voy a tratar de seguir su ejemplo. Es decir:

Primero, tengo que leer más y más para lograr un estilo propio, extrayendo lo bueno de cada escritor, como hacen ellos en el rock con el flamenco, el reggae, el rag, la salsa y los ritmos marroquíes. Jugármela como se la jugaron ellos abandonando estudios y carreras para dedicarse a la música. Perseverar en lo que uno cree, como ellos, que estuvieron diez años tocando en tugurios y pueblachos sin hacer concesiones. En fin, mantener la misma indiferencia ante el éxito actual como ante lo que, durante esos diez años, podría haber sido considerado como un fracaso.

Lo que me temo es que para mí sea demasiado tarde.